sábado, 26 de mayo de 2012

Triana estrenó horario en el Quema y Sevilla volvió a regalar la estampa clásica sobre el Guadiamar

El 'jet lag' trianero

Triana estrenó horario en el Quema y Sevilla volvió a regalar la estampa clásica sobre el Guadiamar

Diego J. Geniz | Actualizado 26.05.2012 - 06:47

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Una marea de peregrinos precede a la carreta del simpecado trianero detenida en el Quema. Bajo sus pies, fluyen las aguas del 'Jordán rociero'.

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Sombreros al aire. Estudiada coreografía para pasar un río. Elegancia de Sevilla en el Quema.

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Peregrinas y caballistas de Triana atraviesan un río en el que el sol aún no se refleja en sus aguas.

Caras recién estrenadas para un nuevo día y ciertos bostezos que delatan el sueño robado a la noche. Atraviesan los romeros de Triana el vado de Quema a una hora distinta y con un sol diferente. Pronto había echado a andar la caravana rociera para estar a las ocho y media de la mañana en las aguas del Guadiamar. Cambio horario con efecto de jet lag en algunos peregrinos que pospusieron el desayuno al cruce de este río con más piedras que corriente. Llega la carreta del simpecado cuando el cielo aún contiene los violáceos del alba. Todo se va tiñendo de naranja en un paraje donde la sombra todavía le gana el pulso a la claridad. Toca Celedonio la gaita rociera. Medio siglo de diana floreada entre sus manos. Se va calentando el ambiente. "Por la mañana, por la mañana…" Palmas a compás dificultoso mientras por las laderas desciende una tropa trianera que ya cuenta por pares las horas de este día. Grito de guerra para despertar a los últimos somnolientos. "Ya está aquí Triana, ya está aquí Triana, Triana y Triana".
En medio del caudal, atrevidos extranjeros sacan fotos con esta luz suave, tenue, que invita más a la contemplación que al jolgorio. Invaden las aguas los romeros de la hermandad del antiguo arrabal. Se detiene el simpecado en las entrañas del río. Se canta la salve a la que se suman todos los espectadores que rodean la escena (menos que otros años). Detrás siguen las carretas de bueyes tras cuyos visillos alguna que otra peregrina recibe al nuevo día. Reses exhaustas no acostumbradas a faenas de esta envergadura. Diez carretas se han quedado en el camino. Al final del día fueron catorce. Hasta las bestias andan con recortes de fuerza este año. Por medio del Quema transita la mayor variedad peregrina. Hay quien va a El Rocío en bicicleta y la bautiza en el río flanqueado por la caballería. Se pierde Triana por los caminos regalando la claridad al día.
Vuelve de nuevo cierta calma al entorno interrumpida por los ecos del hilo musical de la caseta de los Flores, el mejor top ten de los últimos éxitos discográficos en gasolineras. Quejíos rumberos que irritan el alma y el oído. Algunos peregrinos que confundieron la noche con el día hacen de este chiringuito un after hour a lo rociero. Cubatas y copas de aguardiente se dan la mano en esta barra a la que también acuden Julio Domínguez Arjona y Manuel Serrano (y señora) para calmar el hambre y la sed que ya se despierta con cierto ímpetu a esta hora. Su malestar, como el de muchos romeros y espectadores, es la falta de ciberconexión en estos senderos. El 3G del iphone es tan difícil de localizar como el jamón en los merenderos improvisados que poco a poco toman forma en el enclave. Atrás quedaron aquellos años de brindis con copa de cristal a orillas del Guadiamar. Del Moët Chandon al Actimel. Del ibérico al sándwich vegetal.
Austeros pikislabis que no son más que un pequeño bocado para el manjar que ahora disfrutará el oído, la vista y hasta el tacto. Llega Sevilla. Hay que levantarse y buscar el mejor sitio. Todo sea por ver esta marea de sombreros equilibradamente alzados cuando el sol se tiñe de rubio. Coreografía perfecta que enaltece los sentidos. Cantos al aire que detienen el tiempo. Ya no hay prisa. Sevilla cruza el Quema y esto es algo muy serio. Otra vez sombreros al viento. Y así hasta que la melodía se confunda en el bullicio. Más de cinco horas que se cuentan por instantes. Desequilibrio del tiempo. De vuelta con el jet lag. Triana y Sevilla. Dos mundos distintos por un solo río.

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