En la otra cara de los porcentajes están las historias de los que ven negro el futuro, pero siguen buscando trabajo
gloria de la torre@abcdesevilla / sevilla
Día 11/12/2011 - 09.34h
AFP / CRISTINA QUICLER
Buscar empleo en los tiempos que corren es tener la sensación de estar viviendo en una enorme cola sin certeza de cuando va a llegar tu turno. Las cifras del paro en ascenso —Sevilla registró 1.835 parados más en noviembre según los últimos datos del Ministerio de Trabajo— son el pan de cada día en un contexto económico y social en el que encontrar un trabajo se ha convertido en una «misión imposible». En Sevilla, según los datos del Instituto Nacional de Estadística del tercer trimestre de 2011, hay 257.000 parados, es decir, el 27,91% de las personas en edad de trabajar no tienen empleo. Si fuera por cifras, podrían enumerarse los muchos programas e iniciativas en marcha, las políticas destinadas al empleo y los millones de euros invertidos por las administraciones públicas para este fin sin que la intermediación laboral que realizan dé los frutos deseados. Pero más allá de las cifras, del maquillaje numérico que da forma a la realidad, de una reforma laboral en retirada por su falta de acierto, de unas políticas de empleo con abstractos resultados, están los madrugones, las noches sin sueño, la hipoteca apretando, la incertidumbre estrangulando estómagos... Pero también la resistencia, el optimismo, la lucha y la energía de quienes cada mañana afrontan «el trabajo de buscar trabajo» y sobreviven, en muchos casos, gracias a ocupaciones eventuales y al apoyo de sus familias.
A sus 31 años, Chema Romero, licenciado en Relaciones Laborales, lleva dos años desempleado y va tirando a base de trabajos temporales de «carretillero, mozo de almacén y peón» logrados a través de una empresa de trabajo temporal. En este tiempo el Servicio Andaluz de Empleo (SAE) no le ha avisado de ninguna oferta. Asegura que «por pesado conseguí inscribirme para hacer un curso». Este usuario valora positivamente «el trato recibido en la oficina del SAE», así como la Oficina Virtual a través de internet, la única pega —dice— «es que no hay ofertas».
Lo cierto es que la Oficina Virtual, que funciona a nivel de Andalucía, recibe a sus visitantes con un dato, de entrada, poco halagüeño. «Hoy destacamos... 1.813 cursos, 368.555 profesionales disponibles y 886 puestos vacantes», puedes leer un día cualquiera en su página de inicio. Algunos usuarios tienen muy buena opinión tanto de las posibilidades que brinda la oficina a través de la red como de la amplísima información que ofrece pero no han conseguido nada más allá. A sus 26 años, Pilar es maestra de educación especial, lleva 11 meses en paro, destaca que «en temas administrativos, de gestión, de información» el acompañamiento del SAE le ha sido muy útil pero en la consecución de un empleo no le ha «servido de nada».
Intermediación laboral
Las tres áreas elementales sobre las que actúa el SAE son orientación, formación e intermediación laboral, —hacer de puente entre empresas y trabajadores—. Este proceso se traduce en que la empresa pone una oferta de empleo a través del SAE solicitando un perfil determinado. El propio sistema informático hace un sondeo entre los demandantes inscritos con ese perfil, que actualmente selecciona por inscripción mientras que antes lo hacía por antigüedad. La diferencia entre ambas es que con el criterio actual cuando trabajas aunque sea un día, pierdes toda la antigüedad como desempleado, deja de contemplar el tiempo real que llevabas en paro y cuenta como si te acabaras de incorporar a la lista. Los candidatos elegidos acuden a hacer una entrevista a la empresa.
En la cuerda floja
A ese nivel, el de hacer la entrevista, no llegó Juan Antonio Gámez en los 5 años que lleva parado. Este montador de muebles de 47 años y con más de 20 de experiencia dice que nunca le ha llegado una oferta a través del SAE, que le ha servido «para cobrar el subsidio y poco más». Quizá influya su edad, pero ni en las empresas de trabajo temporal ha conseguido colocarse aunque sea de manera eventual. «A partir de los 45 años parece que estamos perdidos», comenta temeroso y añade: «Desde que agoté la prestación estoy yendo a comedores sociales, lo poco que puedo ganar con trabajos a conocidos es para lo que todavía tengo que pagar». Además de la depresión, la falta de autoestima y la pérdida de ilusiones, el desempleo lleva a muchas personas a la cuerda floja y de ahí a la exclusión social, sólo hay un paso. «Me siento muy desesperanzado, la verdad», dice.
Pero la cola es larga, los perfiles diversos y la realidad de muchos muy cruda. A sus 58 años, con 32 cotizados a la Seguridad Social trabajando en la construcción y la ferralla, José Gómez Blanco lleva parado desde 2008. «Me llamaron de una oferta del SAE, para un puesto de 21 días y perdí toda mi antigüedad para cobrar la prestación y ahora aparezco como parado desde 2010». Este hombre canoso que tiene tres hijos independizados, de los que dos están parados con hijos e hipotecas está desesperanzado. «Lo llevo muy mal», dice, «ahora estoy a la espera de que me llamen del SAE para un curso remunerado de lo que sea», sonríe.
Con la misma y complicada edad, 58 años, Antonio Martín que trabajaba en un organismo público como motorista oficial, tras perder el empleo «por una denuncia falsa de la entidad contra él», está viviendo al límite. Mientras se resuelven los temas judiciales, él no tiene derecho a paro, ni a prestaciones, al menos hasta que pase un año y pueda acceder a los 400 euros de la ayuda familiar. «Una de mis hijas me paga el alquiler, voy a comer a casa de mi cuñado y mi mujer, recién operada de corazón, está trabajando limpiando en las casas para ir tirando», comenta con pesadumbre. «Espero empezar pronto un curso remunerado de placas solares a través del SAE».
En ocasiones se producen paradojas. Juan Miguel Domínguez se decidió a cambiar de trabajo hace tres meses. Para que la nueva empresa que va a contratarle pueda cobrar la subvención, él que padece una minusvalía, tiene que tener tres meses de paro, por lo que está esperando a que se cumplan para acceder a su nuevo trabajo. Su mujer, Encarna Rodríguez, dependienta, está en paro desde 2008. «Nos damos con un canto en los dientes, hemos podido resistir estos meses pero tenemos amigos que están mucho peor», dicen y apuntan que «la burocracia y las duplicidades administrativas son una carga».
Con un mercado laboral que escupe profesionales y absorbe pocos y en precario, algunos sectores están más que saturados. «Se ve que el periodismo no tiene mucho futuro para el SAE», comenta con la risa de los que no se rinden Angela Fernández, que a sus 28 años y tras haber trabajado durante 8 en el sector de la televisión, lleva 6 meses sin empleo. Está contenta con «el servicio de cita previa» pero pese a que tiene actualizado su perfil no alberga esperanza en recibir una llamada, por lo que ha intensificado su búsqueda por otros medios. «He agotado mis contactos en los sitios donde he trabajado y estoy buscando a través de internet, en páginas especializadas según mi experiencia», explica.
Ejercer la profesión para la que se han formado empieza a ser una utopía para muchos sevillanos, pero lo es, de entrada, para muchos vecinos extranjeros que no tienen homologados sus títulos y que no siempre pueden permitirse, por razones de dinero o tiempo, realizar este proceso. La colombiana Andrea Gómez Eraso lo sabe bien. Esta periodista especializada en comunicación, que llegó a Sevilla hace 5 años desde el Reino Unido, vio como tras perder su trabajo en una empresa cultural que quebró el pasado mes de julio, se encontraba con las manos vacías de cara a una búsqueda de empleo oficial. «Al no ser mi título compatible en mi perfil no aparecía que soy licenciada». En su caso, la labor de Andalucía Orienta ha sido «muy positiva» ya que tras abrirse un Itinerario Personalizado de Inserción (IPI) le ofrecieron un curso de diseño de páginas web y multimedia que terminará en febrero de 2012 y que va a permitirle «orientar su carrera a otros campos muy relacionados con su profesión», mientras realiza colaboraciones.
Pero los recursos no son igual de útiles para todos. Ana María Morgado se dedica a la hostelería, hasta ahora había ido capeando el temporal con «todo lo que le iba saliendo», pero desde hace un mes y medio, no encuentra nada. Pese a que tiene abierto un IPI y ha acudido a varias reuniones de Andalucía Orienta, se lamenta de que «nunca me han llamado, ni siquiera para ofrecerme un curso».
Ante la imposibilidad de trabajar según la preparación que poseen algunos deciden dar un giro. Por reinventarse optó Cristina Castañeda, hoy educadora social, que tras perder su trabajo como contable se recicló profesionalmente y todavía hoy lo hace pues está estudiando Pedagogía. «Cada vez piden más cosas para acceder a un puesto en tu propio sector». Trabaja en función de los cursos que le van saliendo. Esta madre de familia de 41 años, que a través del SAE consiguió un trabajo temporal en 2008, ve ciertos errores en el sistema. «Tanta información y tan poca simbiosis con las ofertas, las alertas de empleo en la web a mí me han fallado y que sólo puedas poner 5 perfiles te limita porque pueden salir otras cosas que puedes hacer y a las que no tienes acceso».
Carteles en la farolas
Algunos deciden salirse de la cola y probar suerte con otros resortes. La checa Olga Trampotova —su apellido se traduce como «problemas»— realizó una beca Erasmus en Sevilla y supo que tenía que volver. La piedra de la homologación de título también estaba en su camino. «Al volver me sorprendió que ni siquiera lograba trabajos de baja cualificación, como camarera o limpiadora», así fue como esta psicóloga de 27 años decidió colocar carteles con su fotografía ofreciéndose para cuidar niños.«Pues funcionan —ríe— en dos semanas me han llamado 6 personas»,
El horizonte está negro para todos, resistir se complica todavía más cuando procedes de otro país y no cuentas con el apoyo de la redes familiares. Iván acaba de llegar a la cola. Es un hombre tímido de ojos claros enormes y cara redonda. Hace pocos días que a este ucraniano de 47 años —que lleva en Sevilla desde el año 2000— le dijo su jefe en la empresa de transporte en la que trabajaba desde hace seis años como conductor de camiones que «no hay pedidos y no te puedo pagar». Está esperando porque tiene pedida una cita en el SAE y ha llegado pronto. «No sé por donde tirar, siempre he tenido trabajo pero con la crisis...», comenta Iván, que cuando llegó empezó con trabajos que le salían en el campo y montando ferias y sacó su permiso de conducir camiones aquí. En Ucrania le esperan su mujer e hijos que viven gracias a lo que él envía porque allí «no hay nada», dice con aflicción, «por eso estoy aquí».
Desgraciadamente son habituales los hogares en los que más de un miembro de la familia está en paro e incluso todos. En enero del año 2009 a Francisca Caño Fernández, que ahora tiene 57 años, le dijeron en el estudio de arquitectura en el que trabajaba como secretaria que «no había ni trabajo ni dinero, una mentira y una excusa». En estos dos años ha realizado un curso de «informática avanzada» a través del SAE. «Está la cosa fatal, los propios funcionarios te lo dicen: “no hay ofertas, no hay nada”». Francisca vive con su hijo, que hasta hace pocos días trabajaba en una empresa de manipulado de papel y acaba de quedarse en el paro. «El futuro, la verdad, lo veo muy mal».
Más allá de las cifras, en la otra cara de los tantos por ciento, está la realidad de muchas personas que sólo aspiran a tener un trabajo digno con el que poder vivir. Y es que más de 257.000 parados en Sevilla, son más 257.000 historias que no caben en tres páginas de un periódico.
Lo lunes al sol
adriano
La cifra es demoledora porque constata una tragedia que no necesita estadísticas oficiales para detectarse en el ambiente. Pero el verdadero drama no está en el número, sino en las historias concretas que habitan detrás de esos guarismos fríos que fomentan la indolencia. Cada día son más los sevillanos que comienzan los lunes al sol en esta paradoja del desempleo que los aboca a la oscuridad de un túnel sin salida.
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