«Vendo mi voto por 100 euros»
Rómulo, un camarero de 38 años en paro que estaba «harto de que los políticos incumplan sus promesas», ha vendido su papeleta para las próximas elecciones del 20-N. «¡Para lo que hacen con él, el provecho lo saco yo!»
ISRAEL VIANAisra_viana / MADRID
Día 19/11/2011 - 12.08h
pedro cebrino
Rómulo lo tiene claro. Camarero madrileño de 38 años, en paro desde hace dos, y que sigue buscando trabajo pero no lo encuentra «porque la cosa está muy chunga», ha decidido vender su papeleta para las próximas elecciones del 20-N. Al parecer no le ha costado mucho y ha terminado sacándose 100 euros.
Rómulo asegura que «por menos de 50 euros no lo hubiera vendido»
Enseguida le llamó un primer interesado, al que le ofreció por él 50 euros y, antes de que le diera tiempo a aceptar, le llamó un segundo que subió la oferta a 100, del cual no ha querido desvelar a qué partido le ha pedido que vote para recibir su recompensa, aunque sí que se trataba de un hombre relativamente joven, «de entre 30 y 40 años». Rómulo, entonces, dio largas al primer pretendiente.
«No ha sido de repente, me lo pensé, pero estoy en paro y la economía está muy precaria. Por eso se me ocurrió que quizá podía sacar algo por mi voto, en vez de dárselo a los políticos para que ellos se beneficien de él económicamente, que es lo que hacen», cuenta Rómulo a ABC.
Su primera vez
Es la primera vez que lo hace. En otras elecciones en las que sí ha votado libremente, cuenta, ha cambiado de opción política en varias ocasiones, y también ha votado nulo o ha decidido no votar. Esta vez sólo tuvo una cosa más o menos clara, que «por menos de 50 euros no lo hubiera vendido», así que hizo el anuncio de la venta de su papeleta, dejó en él su teléfono para que los interesados pudieran llamarle y lo repartió por calles y marquesinas, como si de la venta de un piso se tratara.
«Te sientes estafado. Ves como los políticos a los que votas incumplen sus promesas»
El comprador del voto ideó el mecanismo para asegurarse de que su inversión no caía en saco roto. Rómulo, que asegura que «antes creía en la democracia», tiene que quedar con su «cliente» el 20-N para que le acompañe al colegio electoral. Una vez allí, este le dará su voto para que, sólo con este, se introduzca en la cabina y se haga una foto en la que vea como lo introduce en el sobre.
Rómulo no parece que se vaya a arrepentir de aquí a la cita electoral. «Te sientes estafado. Ves como los políticos a los que votas incumplen sus promesas. Y luego ves sus sueldos, y las pensiones vitalicias que se ponen gracias precisamente a que les has elegido», cuenta por teléfono.
No ha parecido importarle que la Ley Electoral establezca una pena de prisión de seis meses a tres años, o una multa de 12 a 24 meses, para «quienes por medio de recompensa, dádivas, remuneraciones o promesas de las mismas, soliciten, directa o indirectamente el voto de algún elector, o le induzcan a la abstención». «¡Para lo que hacen con mi voto, el provecho lo saco yo!». concluye.
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