¿Hablando se entiende la gente?
César Rufino Actualizado 24/05/2010 23:13
El que la respuesta a esta pregunta sea 'sí' tiene algo de milagroso, a la vista de las barbaridades y los latiguillos que se usan al hablar. Un paseíto por Sevilla lo demuestra.
Ocurrirá en todas partes, claro, nadie está diciendo que no, pero en Sevilla hay un repertorio de expresiones habituales tan curiosas y chocantes que, si la gente se parase a pensar en lo que muchas veces le dicen (o dice), más de uno acabaría revolcándose por los suelos... o pensándoselo muy bien antes de abrir la boca.
Pero esta segunda opción es absurda: en el habla están la pasión, la prisa, la indignación, la esperanza, la lucha, la rendición, el amor, la sorpresa, el entusiasmo, el desánimo, la furia... y no ha nacido todavía quien pueda ponerles riendas. Y si ha nacido, se tiene que estar riendo.
El Correo se ha pasado un par de tardes poniendo la oreja en la calle y donde no es la calle, en busca de ejemplos. He aquí algunos de los más destacados:
¡Anga ya!
Una mezcla sumamente despreciativa de ¡Venga ya! y ¡Anda ya!, que se suele acompañar de algún juego de muñeca y un echar así para atrás la cabeza, como si aquél a quien uno se dirige fuese un señor especialmente pesado que lanzase besos, vestido de Napoleón, desde la reja del Hospital de Bellevue.
Como yo digo:
Qué falta hacen Marco Aurelio, Séneca, Lope de Vega, Oscar Wilde, Rabindranath Tagore o cualquier otra persona, celebridad o no, estando uno mismo para citarse como referencia autorizada en cualquier conversación. Como yo digo: si tienes cuatro pesetas no te puedes gastar cinco. Lo malo de este latiguillo es que resulta inútil, pues todo lo que uno dice lo dice uno, a no ser que se tenga el hábito del plagio continuado y/o vampirización del argumento ajeno, en cuyo caso se agradece la cita.
Aquello es árido, árido, árido, árido, árido, árido... Bueno, árido no.
Sensacional descripción de un paisaje cuya significación escapa a la potencialidad expresiva del momento, más determinada por la inmensidad de lo que se dice que por su precisión. Con la palabra feo o fea, referida a una persona, también se oye bastante. Aunque no es la única expresión destinada a alabar los rasgos físicos del prójimo, si tienen la gentileza se seguir leyendo.
Esa tía es fea ‘pa' fea.
O ese tío. Es la versión sevillana de esa figura retórica conocida como la antonomasia. Ejemplo.
-La Antonomasia es fea pa fea.
-¿Y la antonomasia quién es?
-La tía ésa de ahí.
_-¡Si ésa se llama Cloti!
-Pos más fea es.
Y entonces me veo a fulanito que coge y dice...
Curiosa combinación: me veo a fulanito es la forma pronominal de lo inesperado: Entonces me lo veo descargando melones con el brazo escayolado. Y luego está lo de coger+verbo (¡Pos no coge el tío y me dice...!), con lo que se alude a la invisible pirueta mental que ejecutan algunas personas antes de cometer una tontería o emprender una acción absurda.
¡Heh! o ¡Heih!
Forma habitual de saludo sevillano, tanto de la capital como de la provincia, que significa: Si tuviera tiempo y ganas me pararía a saludarte, pero no tengo tiempo ni ganas. Es la versión sintética o para móvil del clásico Cogel-laí. A veces, después de pronunciado un ¡Heih! o un ¡Cogel-laí!, sucede que las dos personas implicadas en el episodio se detienen la una frente a la otra, con una sonrisa repleta de mudez (como dos monjes trapenses que se hubiesen encontrado en una carrera de galgos, que decía Wodehouse), hasta que una de las partes pronuncia otra variante del saludo despreciativo, pero en este caso de despedida: ¡A ver si te llamo y quedamos un día! A ver si te llamo: autorreprimenda por adelantado que expresa la absoluta imposibilidad de que se produzcan los hechos anunciados por el ponente.
Tenemos lo que es la ensaladilla...
Tenemos lo que es el pulpo aliñao, tenemos lo que son las croquetas, tenemos lo que son ya los montaditos. Sin descartar su presencia en otros ambientes, pues amplio y variado es el nicho ecológico de esta expresión cada vez más extendida, su aparición primordial hay que buscarla en los bares. Está muy bien traída, pese a que parezca redundante, porque en algunos establecimientos de hostelería (los menos, hay que decirlo) tienen lo que no es: Tenemos lo que no es jamón (véase el bocata), tenemos lo que no es melva canutera.
¡Mira! ¡Eso es una lechuga o un mozuelo!
Mejunje verbal resultante de la excitación de quien habla, que trastoca irremediablemente mucho más que las letras de dos palabras, conformando una realidad indigerible muy cercana a los mitos de Cthulhu de Lovecraft, como en el ejemplo descrito de un señor o señora (era señora, en este caso) invitando a ver el porte de una rapaz nocturna. Hay miles de variantes mitológicas, a cual más graciosa.
Una cosa te voy a decir:
Si es con el índice en ristre, malo. Expresión que se usa cuando lo que sigue pretende ser importantísimo o crucial, por lo que al final se suele usar como refuerzo la pregunta: ¿Tú comprendes lo que yo me vengo a referir?
¡Niño, baja ‘pa' abajo!
Exclamación de corte maternal para evitar que el niño baje para arriba o suba para abajo, como tiende a hacer cuando no lo miran, con el consiguiente gasto de mercromina.
¡Qué... qué... qué... qué...!
¡Qué tonto eres, hijo! (a menudo, pronunciado ihu). Con sujeto elíptico la mayoría de las veces
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