jueves, 13 de agosto de 2009

Y la literatura se hizo ficción

 

Y la literatura se hizo ficción

La piel del tambor. La mayoría de los once bares que Arturo Pérez-Reverte menciona en su novela 'sevillana' han cambiado de nombre, de sitio o de actividad

Francisco Correal | Actualizado 12.08.2009 - 07:45

 

ESTÁN de moda las rutas literarias. Si a alguien se le ocurre recorrer los once bares que Arturo Pérez-Reverte contó "en los trescientos metros que separaban Casa Cuesta del puente de Triana" en el tercer capítulo de La piel del tambor, corre el riesgo de comer zapatos de primer plato y móviles de segundo. Salvo Casa Manolo, La Cinta y La Ibense, los ocho restantes cambiaron de nombre, de sitio o de actividad.
Casa Manolo es el contrapunto de esa vorágine de mudanzas y permutas. Lo abrió un montañés de Comillas, Manuel Ortiz Cavielles, Manolo I, en 1939, el mismo año que nacía en Sevilla su hijo Manuel Ortiz Gómez, Manolo II. En la actualidad lleva las riendas Manuel Ortiz García, Manolo III, 44 años, que setenta años después de su apertura ha tomado una decisión histórica: "Antes cerrábamos los lunes, pero desde febrero abrimos todos los días".
Manolo vio en Casa Manolo alguna vez a Pérez-Reverte "aunque lo conocí en persona en la terraza del hotel doña María". El escritor fue objeto de un homenaje por parte de la ciudad por la promoción que de la misma había hecho en La piel del tambor. Los propietarios de los establecimientos mencionados en el capítulo Once bares en Triana recibieron una placa conmemorativa.
La placa del bar Dulcinea está en un bar que ya no se llama Dulcinea. "No hemos recibido ninguna queja de don Quijote", bromea Antonio Mesa Mesa, el nuevo propietario, que cambió el nombre por el de Altozano de Triana y quiso mantener lo que más solera le dio a sus predecesores, la ensaladilla rusa, que incluso vende en tarrinas para la calle. "La ensaladilla y los garbanzos de la Lola, que es como llamamos a los que hace mi mujer, que una vez los puso en la caseta de la O en la Velá y no dejaban de pedírselos".
Antonio Mesa trabajó un cuarto de siglo en un puesto de carnicería del mercado de Triana. "Con el cambio de la plaza, se me cayó el techo y ni me lo arreglaban ni querían que yo lo arreglara". Ahora las carnes que vende tienen nombres más rumbosos: venao en salsa, carrillada, carne rociera, sangre encebollada. "A Pérez-Reverte lo vi algunas veces cuando el bar era todavía de Paco y Pedro", recuerda Antonio, que veranea en Sanlúcar y esta mañana de agosto escancia vino blanco a Alf Stewart y Glynis, un marinero y una enfermera que se conocieron cuando el primero llegó con el barco a Manchester y viven en Newcastle. Triana universal desde Antoñita Colomé a Paz Vega.
La antigua Dulcinea está rodeada de ruinas arqueológicas de la gastronomía trianera. La Taberna del Altozano es ahora una zapatería. El caso más curioso es el de Los Dos Hermanos, manchegos de Manzanares que enviaron una carta a la editorial que publicó La piel del tambor para que corrigieran el lapsus que les había cambiado el sexo. Hecha la corrección, cerraron el local de San Jacinto junto al Altozano, que ha sido sucesivamente tienda de ropa de caballero y local de electrónica, consumibles y telefonía móvil.
Ninguno de los once bares mencionados por el novelista aparece en los 65 establecimientos incluidos en una ruta gastronómica por Triana editada por el Ayuntamiento. Sí están tres de ellos con su nueva denominación: Casa Chema (La Marinera en la novela), La Boca del León (Los Parientes) y El Faro de Triana (Kiosco de las Flores, que con la obra del mercado se trasladó a la calle Betis).
El bar-restaurante Altozano de Triana tiene las tres camisetas del Betis, el Cádiz y el Elche con el dorsal del trianero Dani. Hay un cartel taurino de julio de 1925 en la plaza de toros de Castilblanco de los Arroyos en el que figura como espada Cándido Mesa, tío del dueño del bar, y como banderillero su padre, que se ganó la vida en el muy noble y literario oficio de mantener la limpieza de las máquinas de escribir municipales.
La realidad convirtió en ficción los bares trianeros de La piel del tambor. Los bares que siguen al pie del cañón no están para mucha literatura. Son otro tipo de letras. Acabó la Velá y un día después abrieron en canal la calle San Jacinto para el carril-bici. "Es una obra que no tiene sentido. La bicicleta es para avenidas amplias, no en la única arteria comercial de Triana", dice el dueño de Casa Manolo, que le compró a Zeppelin, calle Pureza, su primera bicicleta. Los castillos duran más que los bares. Han restaurado el de San Jorge, antigua sede de la Inquisición, y los taberneros ven la calle como nueva sala de torturas. Sólo para peatones.

Diario de Sevilla - Y la literatura se hizo ficción

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