Un mercadillo sin controlJ. G. Palas Actualizado 09/10/2011 21:47
A la izquierda, en color verde, puede observarse la nueva valla que delimita las vías del tren de Cercanías de la Cartuja - F. J. Jiménez/ Atese
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Miles de personas se reúnen los domingos en el Charco de la Pava sin presencia policial
Vehículos aparcados hasta en las cunetas, grupos de aparcacoches rivalizando por el control de los estacionamientos, venta de productos robados sin control de seguridad alimentaria y todo ello en una zona tomada por bandas de carteristas, de difícil evacuación y enclaustrada entre el río, de un lado, y del otro por la nueva valla que impide el acceso a las vías del tren de Cercanías. ¿Hacía dónde correr si se produjera un percance serio? El mercadillo dominical del Charco de la Pava, heredero del rastro de objetos antiguos que se instalaba los domingos en la Alameda de Hércules y que agrupa a alrededor de 400 puestos legales, ha derivado en un polvorín organizativo de impredecibles consecuencias. Empujados por la crisis, miles de personas acuden cada domingo a esta gigantesca explanada para vender o comprar todo tipo de mercancía de segunda mano aparentemente sin ningún control policial, y ello a pesar de que hace sólo quince días en este mismo escenario una niña resultaba atropellada por un vehículo cuyo conductor, un ciudadano rumano, se dio a la fuga. "La prueba de que la Policía no está patrullando hoy el mercadillo es que hay puestos de CDs y DVDs piratas", apuntaba ayer a pie de puesto el presidente de la asociación de vendedores El Rastro Ecológico, Federico Muñoz.
En los últimos meses, como consecuencia del alud sobrevenido de personas, en su mayoría inmigrantes, que acuden a este recinto para intentar sacarse unas monedas, la zona dedicada a los puestos ha roto sus costuras para extenderse por los pies y por la cabecera de la explanada con nuevos puntos de venta ilegales. Tan fácil como llegar, abrir el maletero del coche y ofrecer "una paleta ibérica de Jabugo" a 15 euros, o sacar de una bolsa media caña de lomo, con la etiqueta de la tienda de donde ha sido extraída, para venderla a 5 euros. El mercadillo no sólo ha ampliado sus dimensiones al margen de la legalidad, sino que también ha diversificado su oferta. Ayer mismo, de uno de estos puestos añadidos colgaba el cartel de "peluquería de caballeros". Un toldo con cuatro palos, un sillón, un espejo de pie y una oferta irrechazable: 5 euros el corte, 4 euros el rapado y 3 el arreglo. Y de remate: "Hoy niños gratis con el papá".
El propio presidente de este Rastro Ecológico -hoy la denominación histórica del mercadillo es un puro eufemismo- reconocía ayer que la organización de los aparcamientos se ha "desmadrado", a pesar de que su asociación tiene un contrato con una empresa para ayudar a regular los estacionamientos y cuya "tarifa es voluntaria para mejora del mercado", según reza el ticket. Desde hace unas semanas para acá, relata el representante de los vendedores, la Policía ha logrado erradicar los puestos ilegales que se extendían más allá del puente que conecta con el Alamillo, pero esos mismos ilegales se han trasladado ahora a la zona más cercana al acceso por la avenida de Carlos III, donde una montaña de desperdicios recibe a los visitantes. Lo que nadie se explica es cómo, ante tamaño descontrol, pudo darse a la fuga impunemente el vehículo que hace 15 días atropelló a una menor.
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