El eterno tiovivo del Tardón
María Pachón, Sevilla Actualizado 20/07/2010 07:38
Tiovivo del Tardón. - Javier Cuesta
Aunque dan vueltas como las agujas de un reloj, las calesitas de Triana permanecen ancladas en el tiempo.
Como bien sabe el buen sevillano -y el buen turista-, en la capital hispalense hay lugares emblemáticos: la Giralda, la Torre del Oro, el Puente de Triana...
Si se sitúa justo sobre este último, y continúa andando por otra calle también emblemática, la de San Jacinto, llegará sin pérdida a un lugar que por antigüedad, y sobre todo por su carácter generacional, no deja de ser menos significativo para la ciudad: el tiovivo situado en la Plaza San Martín de Porres, ése más conocido como ‘las calesitas del Tardón'.
Si las paredes de los monumentos de Sevilla cuentan historias por sí solas, el tiovivo de Triana habla gracias a los sevillanos que desde 1958 han disfrutado de este rincón en el que el tiempo parece anquilosarse.
"Poco tengo que contarte", comenta con la máxima modestia Luis León, el propietario del ‘cacharrito' que por nombre lleva el apellido familiar. Y no deja de tener razón. Al fin y al cabo, el tiovivo no es más "que un negocio", el mismo que hace años regentaba su padre, el que antes incluso pertenecía a su abuelo.
A las 22.00 horas de un miércoles de verano, Luis barre con dedicación la plataforma sobre la que desde hace 52 años dan vueltas el coche de bomberos que nunca tuvo un fuego que apagar, el caballo volador que siempre sube y baja, y el barco con eterno rumbo elíptico. El primero de los tres sigue siendo el que más atrae la atención de los niños, será que tiene un botón que pulsar para emular la sirena de emergencias.
Antonio Burgos remata su jornada diaria limpiando el polvo de cada uno de los vehículos que viajan rumbo a la ilusión. Una ilusión infantil que, como el tiovivo, permanece: "Cuando tenía ocho años, mis padres me traían al Tardón para que montara en las calesitas. Ahora, que han pasado unos 30, yo traigo a mis hijos. Ellos disfrutan, y yo quizás más. Me veo reflejada en ellos", explica una vecina de Tomares. Más aún, cuando ven al padre de Luis León sentado en los bancos que resguardan al tiovivo: "Viene casi cada mañana", explica su hijo. "Quiere asegurarse de que todo está igual que siempre", declara. Y no cabe duda de que lo está...
El secreto de este lugar es que, a diferencia de otras atracciones de feria, las calesitas de Triana nunca han sido nómadas: "En el año 58, mi padre montó el negocio detrás de la iglesia de San Gonzalo. Pero ese año no cuenta, porque la licencia municipal no la obtuvo hasta el siguiente, cuando ya se instaló aquí." Desde entonces, muchos sevillanos reclaman que se haga un homenaje a Luis León padre: "Observe cuántas vueltas da el tiovivo en un día, y haga la cuenta para saber cuántas ha dado en 82 años", dice un vecino. "Desde luego, ha consagrado la ilusión."
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