sábado, 8 de septiembre de 2012

Tapeo low cost

http://www.abcdesevilla.es/20120908/economia/sevi-bares-cost-201209072156.html

100 montaditos abrió el camino y muchas empresas andaluzas se han apuntado al bajo coste para retener al cliente de la crisis
ENCARNA FREIRE / SEVILLA
Día 08/09/2012 - 00.15h

ABC
La ración de gambas a 5 ó 6 euros es uno de los reclamos más exitosos
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Los hosteleros andaluces demuestran tener mucha cintura para esquivar las cornadas de la recesión. Sus dotes camaleónicas para adaptarse al consumidor de nóminas recortadas, fugado de los bares gourmet y las delicatessen de antaño, están más que acreditadas. Menos mesa y mantel y más taburetes y metros de barra en los restaurantes, y la ganga gastronómica en los nuevos negocios nacidos ya «low cost» sin disimulos. Son las armas para sostener las cifras de negocio a base de pocos márgenes pero muchos clientes.

Una dura negociación con los proveedores de bebida (especialmente de cerveza) y comida está detrás de esta revolución de los bares y restaurantes. Retener al cliente medio para que no renuncie al ocio hostelero y tener colas a las puertas de los locales sólo se consigue con unos precios tan agresivos que sorprenden.
Vuelve el botellín a «20 duros» y el humilde papelón
La cerveza barata está siendo el principal señuelo, junto a las raciones repletas de gambas o de jamón a 4 ó 5 euros. Y en esta vorágine, el botellín, que hasta hace poco estaba relegado en los gustos del consumidor, ha vuelto con fuerza. La guerra de precios entre las marcas es furibunda. Una de las modas que se ha impuesto, y que introdujo con éxito arrollador la cadena 100 Montaditos, del Grupo Restalia, dueño también de La Sureña, es servir lotes de cinco botellines en cubos de metal a tres euros, o lo que es igual, a 0,60 céntimos la unidad, que traducido al pasado son «20 duros». «Hace 50 meses que las ventas están cayendo y las empresas están haciendo un esfuerzo tremendo, aplicando precios de hace diez años», señala el presidente de los Hosteleros de Sevilla, Pedro Sánchez Cuerda.

Hay firmas consolidadas como Mariscos Emilio, que se adelantó a la coyuntura cuando aún el mercado estaba boyante y sacó una segunda línea de cervecerías más popular, «La Grande». Esta empresa familiar en tercera generación, nacida en Sevilla en 1970, cuenta con una gran baza: una depuradora propia de mariscos en Galicia, que surte a sus siete establecimientos, sin intermediarios y ahorrando costes. Emilio Guerrero, propietario de la firma, advierte que «el negocio que solo funciona por precio llega un momento en que no sobrevive, porque las cosas valen lo que valen». La marisquería va a abrir dos nuevos establecimientos en la capital hispalense, pero, «por el momento», descarta franquiciar la marca, pese a las ofertas que le llegan de Madrid.

La misma ventaja del autoabastecimiento de materia prima tiene la nueva franquicia Varadero Tabernas Marineras, cuyo plato fuerte es también el marisco, junto al pescaíto frito. Esta nueva franquiciadora tiene detrás al empresario Manuel González, socio de la centenaria Mariscos González López de Huelva, una de las principales exportadoras de marisco a Europa. La mariscada a 12 euros o un guiño exquisito en forma de mouse de langosta de estas nuevas tabernitas decoradas con motivos marineros son aportaciones para que el ocio no sucumba ante la crisis. Esta misma semana ha abierto un local en Huelva y lo próximo es inaugurar en Córdoba, Madrid, Punta Umbría y Levante. Javier Resa, directivo de la cadena, señala que el plan es inaugurar entre 10 y 15 establecimientos al año en el próximo quinquenio.

El relevo de Rodilla
«El Papelón», uno de los últimos en saltar al ring, reivindica una «vuelta a lo de antes», incluidos los precios. Lo apunta Jesús Vázquez, socio de la empresa junto a Rafael Ruiz, creador del Café de Indias. Estos dos profesionales de la hostelería de larga trayectoria, que tras la venta de Café de Indias a la cadena madrileña Rodilla siguieron en la empresa por un tiempo, han hecho ahora una nueva pirueta sin salir del sector. Los tres establecimientos de «El Papelón» están en los mismos locales que ocuparon las sandwicherías Rodilla hasta que cerraron. Lejos del emparedado madrileño, que no ha triunfado en tierras sevillanas, este nuevo negocio es puro «low cost» autoservicio. No en balde, en sus pizarras se anuncian papelones «la hartá» o «la pechá». Los de chacinas y quesos de la tierra, las macetas de botellines o los vinos sevillanos de Bollullos o La Palma son sus armas de seducción. «Después de los excesos del pasado te das cuenta de que una morcilla o un chorizo de Coripe o pan de Alcalá con aceite de oliva son también delicatessen», comenta Jesús Vázquez. Este año abrirán otros dos establecimientos en el centro de Sevilla.

Ebullición de la franquicia
La franquicia está siendo un recurso socorrido para crecer sin grandes inversiones. Grupos asentados como San Eloy ha lanzado la enseña «El Patio» para crecer fuera de Sevilla. También «En Ca’r Conde», con 16 establecimientos propios y franquiciados, incide en esta última vía, aunque en una versión de negocio más ligera, en la que los inversores son asociados y no pagan cánones. Los panes de la casa y los montaditos «reales» han sido hasta ahora las señas de identidad de esta firma nacida en Sevilla en los primeros noventa. Hace ya dos años que los gerentes, Javier Fernández y José Manuel González, empezaron a remozar la cadena. Tras vender los locales han lanzado la cadena El Pescaíto en Ca’r Conde para indicar su nueva, aunque vieja, apuesta: el pescaíto frito. Implantados básicamente en Sevilla, están también en Córdoba y Fuengirola y a punto de abrir en Madrid, en barrios populares comoVallecas y Entrevías.

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