Alfareros de Triana, un pulso a la ruina
Verónica Senovilla Actualizado 09/06/2011 20:49
Con la que está cayendo y todavía aguantan los artesanos ceramistas del arrabal. ¿A que nunca ha visto uno de esos maravillosos talleres?
Un barrio, dos calles y más de una decena de talleres conservan la esencia de una de las profesiones más arraigadas de la capital, la cerámica trianera. La puede ver en edificios, monumentos, iglesias y casas particulares, porque la ciudad se muestra abierta, como un gran escaparate, de tan artesanal destreza ejercitada durante años por las manos más habilidosas.
Entre las calles Antillano Campos y Alfarería se suceden uno tras otro los talleres cerámicos. El tiempo parece no haber hecho mella en estas factorías de terracota, donde el olor a pinceles humedecidos en aguarrás y a arcilla impregna cada rincón de las estancias de estos pintorescos talleres.
Entre todos, destaca uno; tan antiguo es, tan auténtico, tan absolutamente poco artificioso y tan de aquí, que cualquiera se creería que a él está dedicado en exclusiva el rótulo que preside las esquinas de esta calle, Alfarería. Su propietario, Antonio Campos, recibe a la prensa con las manos desportilladas de arcilla, como una segunda piel que se le rompe. Con sumo cuidado mueve las piezas que modela en el torno. "He tenido que poner una cuerda en la entrada del taller porque los turistas se colaban hasta el horno", comenta. Lo cierto es que los curiosos no dejan de asomar la cabeza por tan peculiar negocio. "Aquí el que quiere algo entra y lo pide. No tengo nada en contra de los turistas, pero es que es como si los artesanos fuéramos una atracción más del barrio", sonríe Antonio.
El oficio lo aprendió cuando prácticamente era un niño. Con 14 años se enroló a trabajar en un taller de alfarería de la localidad de Las Ramblas en la vecina Córdoba. Pero ya lleva más de media vida en Sevilla y, cómo no, se considera trianero de adopción. Dice Antonio que de esa localidad cordobesa proceden el 90 por ciento de los búcaros que se venden en Sevilla, dato curioso. En estos tiempos que corren, la cantidad de cerámica utilitaria que se vende es escasa. Lebrillos, tazones, platos y fuentes han pasado a un segundo o tercer plano. Sin embargo, cuando Antonio comenzó en el mundo alfarero (hace más de treinta años) era de lo más vendido. "En época de crisis la gente no compra un utensilio artesano, que es más caro", señala. Lo que de verdad se vende y, mucho, son los remates de las azoteas, las vasijas, los murales y la cerámica decorativa que aún sigue gustando entre la población autóctona, no hay más que echar un vistazo alrededor para percatarse de la verdad de esta premisa.
A escasos metros de este singular taller, fiel al viejo estilo gremial de estar todos juntos, se alza otro. También es familiar y lleva el apellido de la familia Montalván , está situado en el número 23 de la misma calle desde 1804, todo un logro. Se trata de una tienda con mucho encanto, las vetustas vigas de madera en el techo enredadas entre azulejos decorativos dan prueba de ello, no es de extrañar que los turistas se queden embelesados al ver estos peculiares establecimientos.
Allí, tras el mostrador, está Roberto Muñoz, que lleva desde los 15 años atendiendo a los clientes. En esta tienda-taller, además, restauran la loza en mal estado. Roberto coincide con su compañero y vecino de calle, Antonio, en que "los turistas miran mucho pero no compran nada porque la cerámica pesa y es complicado transportarla en avión", señala, mientras amablemente informa del precio de un cenicero a un forastero que entra en la tienda. Los vuelos low cost es lo que tienen, que limitan mucho el peso del equipaje, así que en pocas ocasiones los visitantes se llevan algo más voluminoso que un mero cenicero o un jarrito. Y como se ha convertido en zona de obligada visita para los turistas, estos contarán pronto con un museo dedicado a tan afanoso arte. Próximo a otro establecimiento mítico en el entorno, Cerámica Santa Ana , se situará dicho museo que llevará como nombre Centro de Interpretación de la Artesanía de Triana . Antonio Rodríguez copropietario de Cerámica Santa Ana, trasladará sus instalaciones allí. "Mi abuelo empezó el negocio en este local en 1939, pero tenemos documentos que atestiguan que nuestros hornos de leña llevan aquí desde 1598", asegura. Muchos lustros lleva Triana dedicada a la cerámica. Y como no puede ser de otra manera, la fachada de la tienda es un gran mural de cerámica antiquísimo. Dentro se puede encontrar todo lo que uno busque concerniente a la loza sevillana. Que quiere una réplica de los pasamanos de la Plaza España, por un módico precio (tan sólo 20 euros) puede ser suya. Fabrican todo lo que pueda imaginar.
Durante siglos, diferentes pueblos y culturas han ido dejando su huella en la ciudad, caso de la azulejería que aún, hoy, reviste las fachadas y el interior de muchos edificios. Una herencia que de momento sobrevive a la debacle.
Alfareros de Triana, un pulso a la ruina - El Correo de Andalucía
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