El trabajo en los Bancos de Alimentos
'Que tu vida vaya cuesta abajo es facilísimo; lo difícil es salir'
Video y foto: Fernando Ruso
- Miles de andaluces recurren a la caridad para sobrevivir a la crisis
Andros Lozano | Sevilla
Actualizado miércoles 19/01/2011 08:34 horas
Viernes 7 de enero, 09.30 horas: los contenedores de basura de Granada, Almería o Córdoba todavía albergan cajas y envoltorios de los regalos que los Reyes Magos han dejado a su paso por Andalucía. 11.45 horas, calle Pagés del Corro (Sevilla): a las puertas del comedor social de Triana, con el cielo amenazando más lluvia, una hilera de 200 personas esperan a que llegue el mediodía para echarse al estómago un plato de comida caliente.
Dos caras de una misma realidad. Dos mundos antagónicos que coindicen en uno mismo. La opulencia de unos y la desgracia de otros. Es la 'cara b' de la crisis, la que no habla de deuda pública ni de impuestos a los bancos. Es la que obliga a cientos de miles de personas de la comunidad autónoma a recurrir diariamente a la caridad para poder subsistir.
Israel, con la barba de un par de días, gorra, chupa negra y vaqueros, es uno de los que aguarda con paciencia la cola. Tiene 35 años, trabajó como pintor hasta los 25 y vive en la calle junto a otras tres personas. Está separado de su mujer, con la que tuvo una hija hace ahora nueve años. Ambas viven en Huelva. Él se resguarda en los aledaños de la sevillana estación de Santa Justa.
"Empecé a venir aquí porque caí en el mundo de las drogas y la delincuencia. Llevo un par de años sin tomar nada, es una tontería. Por hacer lo que no debía perdí a las dos mujeres que más quiero". Son las consecuencias de una mala vida, asegura mientras las monjas que dirigen el centro Nuestra Señora del Rosario dan el aviso para que comiencen a entrar al comedor.
La crisis dispara la demanda
La llegada de gente necesitada a este tipo de lugares se ha incrementado tras el inicio de la crisis, allá por 2008, y no ha hecho sino propiciar uno de los periodos más dramáticos que se recuerdan en España y Andalucía. En la región hay, según los datos de diciembre del Instituto Nacional de Estadística (INE), 903.999 desempleados.
Es una cifra que asusta casi tanto como la que señala que 400.000 personas pedirán alimentos a las organizaciones benéficas, a las ONG y a las instituciones durante 2011, 80.000 más que el año pasado. El dato lo ha aportado hace sólo unos días la Federación Andaluza de Banco de Alimentos, uno de los principales suministradores de productos para estos agentes solidarios.
"Damos de comer a todo tipo de gente. Desde médicos colombianos o peruanos que no pueden convalidar sus títulos aquí y se ven abocados a la penuria, hasta ancianos con bajas pensiones o indigentes de la calle". A sor Salud se le nota apesadumbrada mientras se explica. Asegura que desde que comenzó la "maldita" crisis el número de personas que se acercan hasta el comedor social de Triana se ha disparado.
Muchas familias vienen hasta aquí pidiendo ayuda. Son los 'pobres vergonzantes'Pero se lamenta de algo más: "Últimamente muchas familias llegan hasta aquí pidiéndonos ayuda. Las llamamos los 'pobres vergonzantes', gente que nunca ha necesitado nada de nadie y ahora se ven abocados a pedir auxilio". Y lo hacen con "pudor", reconoce la monja, que junto a sus compañeras se encarga de dirigir el centro.
En él hay seis personas contratadas (dos limpiadoras, una cocinera, un pinche de cocina, una asistenta social y un iraní como mediador intercultural) y un aluvión de voluntarios, en su mayoría personas jubiladas que emplean una parte de su tiempo en ayudar a quienes más los necesitan. Entre todos se encargan de coordinar los servicios que ofrece el centro: duchas, comedor, economato y ropero.
Como de la familia
"Nos atienden bien. Llevo más de diez años viniendo a este comedor y ya veo a los que están aquí como si fuesen mi propia familia", dice Israel una vez ya ha consumido el menú del día del centro, compuesto por puré de patatas con picatostes, croquetas de bacalao con ensalada y roscón de reyes. Para la cena se les da un bocadillo, algo de fruta y un zumo buscando que tengan una dieta lo más equilibrada posible.
'Hay recordar que los que están en la calle son tan humanos como tú y yo'Rocío es la encargada de cocinar los platos que después degustan españoles, marroquíes, rusos o suramericanos. Reconoce que su empleo le gratifica "muchísimo" y que es una "satisfacción trabajar aquí". Sin embargo, resalta otra vertiende de su día a día. "Lo primero que te choca es la calidad humana de los que vienen aquí. Es importante recordar que los que están en la calle también son humanos como tú y yo".
El peligro de aislamiento social no entiende de condiciones. La crisis es capaz de llevarse por delante aquello que se le antoje. Nadie está a salvo de este tsunami devastador. Es el caso de Esteban, otro de los que pasa a diario por el comedor de Triana.
'Con 20 años nunca pensé que podría acabar comiendo en un comedor de monjas'Nacido en Jaén hace 44 años, este arquitecto técnico perdió su empleo en 2008 -"la caída del ladrillo me perjudicó mucho", dice-. Por ese tiempo trabajaba en Granada de aparejador. Hoy en día depende de los servicios sociales. Duerme en una casa okupa en Sevilla junto a otras personas. "Con 20 años nunca pensé que podría acabar comiendo en un comedor de monjas, aunque no tengo ni la más mínima queja".
Mientras dialoga con este redactor, reflexiona acerca de cómo ha cambiado su vida en tan poco tiempo. "Ir cuesta abajo es facilísimo; salir del pozo es mucho más difícil", dice con un cierto regusto de indignación.
La llamada que no llega
Esteban tiene sus papeles del INEM al día. Alberga la esperanza de encontrar un trabajo que le haga decir adiós a la espiral de miseria en la que se encuentra. Para ganarse algún que otro euro ha trabajado de aparcacoches en las calles de Sevilla. Pero entiende que ser un gorrilla más no es el camino. "Si te ves con dinero para ir tirando, nunca abandonas este mundo. Si quieres dignidad, tienes que comenzar tú mismo a tratarte con dignidad. Si no, estás perdido. Y yo aún tengo ganas de luchar por mí mismo".
Casos como el narrado por Esteban comienzan a ser un tónica. Personas con una supuesta estabilidad en la vida pueden verse afectadas por la dramática situación que vive el país. El Banco de Alimentos de Sevilla lo sabe bien.
Su director de Comunicación, Juan Romero, explica que el perfil del demandante del alimentos ha cambiado. Ahora principalmente llegan hasta allí solicitando ayuda parejas de jóvenes con problemas para pagar su hipoteca. Pero ellos no ofrecen alimentos al ciudadano de forma directa.
Son meros intermediarios entre los donantes (particulares, empresas y administraciones) y los receptores, como es el caso del centro Nuestra Señora del Rosario. Allí se suceden las visitas, día tras día, de personas como Israel y Esteban. Ellos no hablan ni entienden de la prima de riesgo de la deuda española ni de quién sucederá a Zapatero si éste abandona el barco socialista. La mayor certeza que ambos poseen es su vida de penuria e insatisfacción.
El economato de Triana
Encontrar un detergente para la ropa a 0,89 céntimos de euro, un litro de leche a 17 centimos o un kilo de merluza a 1,22 euros es posible. El economato del centro Nuestra Señora del Rosario, en el barrio sevillano de Triana, ofrece toda una gama de productos consumibles de primera necesidad que sirven de ayuda a los más necesitados.
Hasta allí se desplazan semanalmente familias enteras, padres con hijos, para realizar la compra. Sólo deben pagar una cuarta parte del precio normal que cualquier ciudadano encuentra en un supermercado en Andalucía. El resto lo costea el centro gracias a las ayudas de la Iglesia (parroquias o hermandades) y de las aportaciones individuales que hacen algunos ciudadanos.
Además, las personas que acuden en busca de ayuda al centro pueden hacer uso de las duchas una vez a la semana. Aparte, a los usuarios se les entrega ropa interior limpia y nueva con el fin de que mantenga la higiene corporal.
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