FLAMENCO | Jueves Flamencos de Cajasol
Triana la de los Milagros
Milagros Mengíbar durante su actuación. | Cajasol-Remedios Malvarez
Manuel Martín Martín | Sevilla
Actualizado sábado 10/04/2010 11:05 horas
Triana es una escalera de ascensión hacia la verdad. Y lo escribo en el sentido del camino al conocimiento, un camino que permite descubrir las normas que rigen la existencia de lo jondo y en el que confluyen Paco Taranto y Milagros Mengíbar, partes de un mismo territorio que tienen por compromiso hacer fructificar lo que otros sembraron en ellos y a los que se les tiene un alto aprecio por el conocimiento en sus diferentes vertientes.
Pero si Taranto simboliza la cultura del conocimiento, una cultura cuyo techo es la erudición, Mengíbar es la cultura de la realización, una cultura para experimentarla en uno mismo y cuyo resultado es la sabiduría, de ahí que uno y otro estimulen a los jóvenes a aprender.
Bulerías y fandangos no fueron del todo decisivos para Paco Taranto. En cambio, si en las alegrías y la cartagenera con taranta y verdial sí evidenció el sello de su clase, es la soleá de Triana la que de verdad colorea sus pensamientos.
En los estilos de Antonio el Portugués, El Pancho, Silverio, Charamusco y El Sordillo, dejó claro que lo suyo no queda en una mera exposición, sino que, en aras de identificar su objetivo y dar mayor valor a la transferencia musical, establece un diálogo a resaltar con la magnífica guitarra del maestro Postigo, lo que explica que subrayara con énfasis la relación que el oyente debía percibir de cada estilo.
Pero si se trataba de llegar a lo máximo de la belleza, que es lo sublime, eso es virtud que Triana reserva a Milagros Mengíbar, para la que el arte está en la exploración, no en la imitación. Sus movimientos en la petenera se enraizaron en lo concreto, en el sentir y en el cuerpo, de donde se colige que todo en ella es arte mayor, en el sentido de que cualquier baile que proponga es, en sí mismo, un espectáculo visual, escénico y musical.
Pero habríamos de esperar a las alegrías para constatar que si el alma, como decía Platón, es quien gobierna el cuerpo, para la maestra, la salud del alma no es sólo parte relevante de su propuesta, sino una tarea fundamental para persuadir a quienes aún no han sido persuadidos de que sólo cuando la punta del espíritu llega a la carne, el conocimiento se hace vida. Entonces, todo es lucidez conmovida, tan conmovida que ya no tiene retorno.
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