domingo, 16 de octubre de 2011

Indiferencia de Sevilla ante la muerte de sus astilleros - El Correo de Andalucía

 

Indiferencia de Sevilla ante la muerte de sus astilleros

Comentarios Antonio Yélamo Actualizado 15/10/2011 22:33

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Lo más grave no es la irresoluble situación de la factoría de los astilleros de Sevilla sino la indiferencia con la que Sevilla asiste a la muerte de una actividad industrial que ha sido santo y seña de su modelo productivo a lo largo de muchos años. La presentación al juez del ERE extintitivo para los 53 empleados que aún quedaban en la plantilla se puede considerar como la puntilla pero mucho antes se produjeron golpes certeros que han ido cercenando su futuro hasta llegar al momento actual, abocados al cierre definitivo sin que tampoco nadie se rasgue las vestiduras por lo que supone un claro retroceso en la oferta industrial de la capital andaluza. Con la falta de una reacción decidida por parte de la sociedad en general para impedir este trance se da la impresión de lo inevitable de la medida. Es cierto que se puede considerar como endiablada la situación financiera y mercantil de la sociedad que los explotaba pero habido casos, tal vez, más enrevesados aún y, sin embargo, se ha logrado encontrar una vía de salida. La coyuntura actual hace prácticamente imposible encontrar un inversor que pueda hacerse cargo de los mismos pero en modo alguno hay que resignarse a que sean otros los que deban dedicarse a la construcción de buques, como si estuviéramos predestinados a contemplar como son los países más subdesarrollados y las potencias asiáticas los que se hacen con este negocio cuando en realidad no es así.

ALEMANIA, ITALIA Y FRANCIA MIMAN SU INDUSTRIA NAVAL

Mientras aquí se da, por tanto, por inevitable este cierre otros países europeos continúan pelando por preservar su industria naval y potenciarla. Y así, los italianos se han hecho imbatibles en la construcción de ferrys mientras que Alemania se resiste a ofertas importantes de Francia para crear un potente grupo industrial continental. Se ha demostrado que hay cartera de pedidos suficiente siempre y cuando se ajuste la demanda por medio de unos astilleros especializados. Es lo que ha posibilitado la supervivencia de los astilleros de la Bahía de Cádiz. Estaban destinados a su cierre a cuenta del mal manejo que hizo del problema el entonces gobierno de José María Aznar. Al final, bajo mandato socialista, superaron la quiebra con su dedicación a la construcción naval militar, encontrando ahí un nicho que le ha permitido seguir adelante y, además, con expectativas claras de continuidad, a pesar de la consabida competencia desleal de otros astilleros del resto del mundo que cuentan, descaradamente, con ayudas públicas de todo tipo. En el caso de Sevilla parecía que se había encontrado una salida con su privatización. El paso del tiempo le ha dado la razón a aquellos que pusieron en cuestión la debilidad financiera con la que se hacía la operación. No quedó en las manos adecuadas y esa ha sido su perdición, no la falta de contratos ni la sempiterna crisis que afecta al sector.

MÁS PREOCUPA LA ZONA AZUL QUE EL CIERRE DE UNA FACTORÍA

Y así, mientras preparamos el cuerpo para dar un discreto adiós al astillero, en Sevilla queda comprobado que se genera más debate público con la inclusión de determinada calle en la llamada Zona Azul, o no digamos con la peatonalización de una vía concreta, que con el cierre de una factoría que ha generado riqueza y empleo para muchos. Esperemos que no ocurra lo mismo con su industria aeronáutica que no hace más que generar noticias positivas en forma de incremento del negocio y del empleo. Aunque, si se mira bien, da la impresión de que el ensimismamiento que se vive en la capital andaluza es tal que no se es consciente, tampoco, de la relevancia que tiene contar un potente sector como este, lejos de la crisis y que le permite distinguirse como uno de sus polos aeronáuticos más importantes en toda Europa, junto a Toulouse o Hamburgo. Podemos dar ya por perdida la construcción naval en Sevilla pero sería bueno que hubiera una mayor concienciación ciudadana sobre lo que significa contar con un cualificado tejido industrial como el que, a pesar de lo sucedido, aquí se tiene. Es tarea de todos cultivar cierta cultura industrial no ya para presumir por ahí, si no, sencillamente, para impedir que se desmantele lo que funciona bien bajo el manto de la desidia y el desinterés ciudadano.

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