Triana despertó del sueño… y vio que se hizo realidad
Escrito por José Antonio Rodríguezdomingo, 16 de noviembre de 2008
“Ahora comienza el sueño de los despiertos”. Con estas palabras llamaba Paco Ceballos, capataz del Señor de las Tres Caídas a los costaleros cuando, todavía, el paso se encontraba en la Parroquia de Santa Ana.
En cierta medida, la jornada de ayer ha sido el despertar de una devoción sincera y masiva, como se pudo ver ayer con sólo contemplar las calles aledañas al recorrido.
El traslado hasta el Convento fue solemne, con las luces del atardecer bordando su particular oro sobre la nueva túnica que el Cristo luce como si fuera la misma que la que llevara hace décadas.
Ignacio Noguer, el obispo emérito de Huelva, junto a casi una decena de sacerdotes – todos ellos hermanos de la Esperanza de Triana – presidió el Pontifical a las puertas del Convento de las Mínimas que dio comienzo pasadas las 18:00 horas.
En su homilía, trató temas de actualidad como la inmigración o la crisis económica. Mucho más emotivo fueron las peticiones, pronunciadas por José María Rubio. En ellas se pidieron por las Mínimas, los mareantes y los navegantes que tanta protección han solicitado a lo largo de la historia al Cristo de las Tres Caídas. Incluso, hubo también peticiones en favor de Monseñor Asenjo, futuro Arzobispo Auxiliar de Sevilla.
Hermanos Mayores
Entre los asistentes, numerosos hermanos mayores de hermandades del barrio y del resto de la ciudad. Entre ellos los del Sol, Candelaria y Mercedes de la Puerta Real, las tres corporaciones que han cedido sus enseres para hacer realidad el paso que ayer se pudo ver.
Terminada la misa, a las 20:05 se levantaba el paso, a pulso, a los sones de Silencio Blanco que se encadenaría con Cristo del Amor. La marcha del cuarto centenario, La Pasión, fue la tercera en interpretarse y una de las más sonadas durante el recorrido (en la Estrella, en Rodrigo de Triana, en la entrada…).
Sobre los pies
El público que colapsó los alrededores desde primeras horas pudo comprobar cómo la manera de andar del Señor fue, siempre, sobre los pies. Sólo se permitió algunas licencias en los primeros tramos de Rodrigo de Triana, cuando la cuadrilla del palio buscó un mayor lucimiento que fue cálidamente reconocido con aplausos.
No nos aventuramos a cifrar cuántos miles de cofrades se desplazaron ayer a Sevilla. Las agencias de viajes confirmaban la llegada de autobuses desde, prácticamente, toda Andalucía y algunas zonas de España. Corresponderá al Cecop cifrar la insólita escena de una calle San Jacinto abarrotada cuando, ni siquiera, había terminado de celebrarse el Pontifical en las puertas del Convento de las Mínimas. Por cierto, fueron ellas, las Mínimas las que pasaron en la clausura toda la tarde, sintiendo los latidos de un barrio que a golpe de corazón llevaba su Cristo hasta las mismas puertas de la casa en la que nació hace cuatro siglos.
En torno a la 1:40 hacía su entrada en Santa Ana. Más de hora y media después de lo previsto y es que el paso tuvo verdaderos problemas para poder avanzar.
Lo de ayer fue la fiel demostración que el Señor de las Tres Caídas es mucho más que el misterio que lo envuelve cada madrugada. Demostrada queda su atracción y la devoción arraigada de cada una de sus caídas. Después de lo de ayer, hay que frotarse los ojos y entender que no ha sido un sueño, que todos estábamos despiertos y vimos que se hizo realidad.
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