Reescribe tu vida
C.R. Actualizado 25/01/2012 20:33
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¿Le vendría bien aprender a tratar mejor al prójimo... y a sí mismo? Vaya al Virgen del Rocío. Hay unas fotos que debe usted ver.
Es necesario despertar, exclama la hojilla fotocopiada, sobre la mesa. Despertar de nuestro sueño y sentir de nuevo lo que realmente tiene importancia. Alrededor, en ese patio generalmente vacío rodeado de corredores por donde trotan torpes las visitas, se atolondran los familiares ante los ascensores y la calefacción vuelve de esparto las bufandas, una treintena de fotos convierten el Hospital Virgen del Rocío en algo más que una gran ciudad de dolor, angustia, muerte y curación. Gracias a esas obras, reunidas bajo el lema Mirar para ver, también hay un lugar para una esperanza: el llamamiento a ser mejores personas para ser más felices. Lo cual, sin duda, es una de las formas más exquisitas y rentables de salud.
"De eso se trata, de movilizar nuestro sentir interior", explicaba ayer la coordinadora de esta exposición de fotos... y no solo de fotos. Beatriz García, matrona jefe en la unidad de gestión clínica de Ginecología, Obstetricia y Patología Mamaria (a la que pertenecen los autores de las obras), comentaba que la exposición pretende ser no solo arte, sino además una convocatoria a recuperar el valor perdido de las cosas que lo tienen, a quitárselo a las que no lo merecen, a vivir el tiempo con plenitud, a gozar de las felicidades que envuelven la vida diaria... "En el hospital, como en otros lugares, a veces repara uno en que se cuenta con grandes avances técnicos, en que los profesionales gozan de una formación adecuada... y sin embargo, algo falla en lo personal, en la atención al usuario; en ocasiones, esos profesionales no saben dar respuesta a lo que el usuario necesita, bien sea por estrés, por llevarse uno al trabajo los problemas de casa... Falta cercanía, relación de persona a persona, calidez humana, comunicación... Cuando ves que esa deficiencia se produce en un sitio donde llevas media vida trabajando y que quieres que sea lo mejor del mundo, sabiendo que los compañeros son personas maravillosas, sientes la necesidad de intentar cambiar eso."
Mirar para ver es el colofón de un curso de dicha unidad, de los muchos que se hacen en el hospital, solo que unos son de carácter técnico, de reciclaje, de actualización... y este, en concreto, es de comunicación y mejora personal. "No son ñoñerías ni pasatiempos", interviene de nuevo Beatriz: "Es un despertar, la posibilidad de obtener un beneficio para tu vida y tu trabajo." Con un añadido fundamental para el espectador que va a visitar la muestra: que los efectos beneficiosos de las fotos, los textos y los poemas repartidos por este patio son universales; funcionan en cualquiera, con independencia de si uno es sanitario, deshollinador, frutero u oficinista.
El cuaderno de visitas habla de ello con sobrada elocuencia. Tallos, flores y cartulinas escritas salpican las losas, y en los costados cuelgan fotos cuyo mensaje es que la vida es otra cosa. Fotos de niños, de manos que se tocan, de momentos cotidianos y aun así mágicos, de sombras familiares, de muestras de amor... En una de esas cartulinas como alfombrillas, uno de los veinticinco alumnos del curso (uno de los autores) ha escrito un texto del que destaca una frase: No es fácil vivir de esta manera cuando durante mucho tiempo has vivido sin observar, sin pararte. No obstante, merece la pena. O como dice el Soliloquio de Mario Benedetti desde un folio, sobre la mesa donde aguarda el diario de visitas, entre capullos de rosas: Hoy he resuelto hablar conmigo mismo / a ver si me convenzo y soy más bueno / y como premio encuentro algún amor / que me espera en un pétalo del alma.
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