Nazarenos de San Roque en un Domingo de Ramos lluvioso / VANESSA GÓMEZ
EN CUARENTENA
Y si llueve…
Si llueve, no llores. No dejes que la tristeza haga mella en tu joven ánimo. Que el agua no desborde la razón en tus pupilas. Siente la hermandad en sus abrazos y escucha cómo dicen que todo será mejor el año que viene.
Si llueve, no llores. Mira arriba, reza ante la Gracia de la Virgen y deja entrar a la Esperanza con la que te anuncia el sol de días felices.
Si llueve, aprieta fuerte la mano que se acerca como si fuera la última vez y deja que tus cruces las lleve el cirineo que te acompañará siempre hasta la muerte, aunque te falte.
Si llueve, vuelve por el camino más corto de la vida, salvando los charcos, a este mismo lugar en el futuro y verás como recuerdas el paso lento de las nubes con nostalgia.
Esta lluvia que temes no empapa tanto como la que lloverá en los adentros cuando el gris corone la azotea donde tiendes la memoria; cuando el viento se vaya llevando las sábanas que acarician los sueños. Este llover es un crecer en el cauce de la lluvia que te queda por vivir. Es el Rocío que llena la marisma donde siempre encontrarás una respuesta.
«Si llueve, no llores». Eso me dijo la primera vez que la lluvia mojó el viejo antifaz morado de mis penas. Eso me dijo, mientras él lloraba. Por eso, tú no llores mi niña si llueve este Domingo de Ramos, porque tú estrenas la lluvia y yo su ausencia.
(Y, tranquila, que no lloverá)
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