domingo, 12 de septiembre de 2010

"Mi familia me pregunta para venirse y les digo que esperen" - El Correo de Andalucía

 

"Mi familia me pregunta para venirse y les digo que esperen"

L. Blanco Actualizado 11/09/2010 21:40

Acaba de llegar a Sevilla desde Orihuela.

Sin trabajo en el campo, la chatarra es su único modo de vida

Es día de mercadillo en el Charco de la Pava. "¿Rumanos aquí?, hoy no. Mañana se ponen ellos", indican desde uno de los puestos que cada sábado regentan los gitanos autóctonos en el peculiar rastro sevillano. A escasos metros viven varias familias también gitanas pero de origen más lejano. Apenas hay contacto entre ellos.

Medio centenar de personas comparten un descampado próximo al aparcamiento del mercadillo, pero pocos se avienen a hablar. Muchos apenas entienden el idioma, otros se escudan en ello para no responder preguntas. Respecto a las noticias de Francia, la mayoría ni las conoce ni les interesa. "Yo estoy en España, mi problema es no tener trabajo ni para comer", cuenta una mujer que elude ser entrevistada ni fotografiada.
Marine Nicolae es de los pocos que acepta hablar, y lo hace en un español más que aceptable mientras su mujer recoge la cafetera y las tazas del desayuno y mete los colchones en la tienda. Lleva seis años en España pero acaba de llegar a Sevilla. Ha estado trabajando en una campaña agrícola en Orihuela (Valencia).

En este tiempo ha recorrido casi todo el Levante de campaña en campaña, pero reconoce que ahora la cosa está mal. "Llegué a estar de encargado en una empresa de naranjas, y tengo todos mis papeles, el permiso de residencia y he estado pagando a la Seguridad Social, pero ahora no hay trabajo", explica. No se ha acercado a ninguna asociación y desconoce la red de servicios sociales contra la exclusión social. "Algunos ayuntamientos dan ayudas pero poco", afirma. Tampoco acude a los servicios públicos de empleo para buscar ofertas sino al boca a oído. "Llamo de vez en cuando al empresario de la cooperativa de naranjas para ver si se entera de algo o tiene trabajo para mí", dice Marine.

14 céntimos/kilo. Mientras él busca empleo en el campo, su mujer recoge chatarra. "La pagan a 14 céntimos el kilo. Me faltan 100 kilos para ganar 14 euros", dice sin querer identificarse demasiado. Es esa chatarra la que los domingos venden los gitanos rumanos en el mercadillo que los sábados llenan de ropa y comida sus colegas andaluces.

Cuando trabajan en alguna campaña agrícola alquilan algún piso "entre dos o tres familias" pero el resto del tiempo siempre han vivido en tiendas en asentamientos ilegales. "Sin trabajo estable, no hay dinero para pagar todos los meses, y ¿quién se va a fiar?, además ¿dónde metemos toda la chatarra?", cuestiona práctica su mujer.

Tienen una hija de siete años en Rumanía a la que no ven desde hace dos años y a la que apenas pueden mandar "cincuenta euros al mes de vez en cuando". "Para que no sufra, a la familia le decimos que estamos bien y no les contamos mucho. Me preguntan para venirse, pero yo les digo que ahora no es buen momento, que esperen que yo les avisaré", relata Marine.

retorno. Ambos confían en que la crisis acabe pronto "como todos los españoles, tampoco ellos tienen trabajo", dicen consciente de que el problema tiene más que ver con la coyuntura económica que con su origen o etnia. Pero Marine no augura que la cosa mejore hasta dentro de "dos ó tres años". Pese a ello, de momento no se plantean regresar a su país. "Me da lástima por mi hija y pienso volver en unos años pero cuando pueda llevar un poco de dinero", expone. "Rumanía no está bien, no hay trabajo, no hay dinero, aquí a veces pido en un supermercado para comer y me dan cincuenta céntimos, allí no", añade su mujer.

Marine sí sabe lo que ha pasado en Francia y guarda cierto temor a que ocurra lo mismo en España. "La Policía viene dos veces a la semana, mucho más que antes, y nos dice que no podemos estar aquí", relata. No tiene familiares ni conocidos en el país galo pero sí en Italia, donde hubo expulsiones anteriormente. Sin embargo, buscarse la vida para comer cada día le tiene demasiado ocupado como para pensar en la alta política.

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